Mostrando entradas con la etiqueta Unión de los Tres Espacios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Unión de los Tres Espacios. Mostrar todas las entradas

LA QUINTAESENCIA DE LAS TRES ESFERAS
Enseñanza de Yeshe Tsogyal

En el terma titulado La quintaesencia de las tres esferas, Yeshe Tsogyal expone la contemplación conocida como «la unión de los tres espacios» en varias líneas que dicen así:

La esfera natural de la pureza primordial es la mente vacía.
La esfera natural de la claridad espontánea es la presencia vacía.
La esfera natural de la apariencia ilusoria son las formas vacías.
Esas tres son mi forma.

El despejado cielo azul es la vasta vacuidad exterior.
La mente sin apego es la vasta vacuidad interior.
La cognición espontánea es la vasta vacuidad secreta de la sabiduría.
Esas tres son mis consortes.

Primeramente, se lleva a cabo una breve práctica de visualización y de recitación del mantra de Yeshe Tsogyal y, cuando todo se disuelve en la sílaba A, nos concentramos en dicha sílaba y, luego, pronunciándola en voz alta tres veces la lanzamos al espacio, donde permanece un rato y posteriormente se disuelve. En ese momento, practicamos la unión de las tres esferas, los tres cielos o los tres espacios.

El espacio natural (ying, dhatu), no nacido, más allá de los conceptos constituye la primera mitad de la práctica mientras que la otra mitad es la cognición espontánea no-dual (rigpa, vidya).

Las tres esferas —mente, presencia y forma— de que nos habla Yeshe Tsogyal están relacionadas con los tres kayas, con lo que se denomina esencia, naturaleza y energía y también con los tres vajras de cuerpo, palabra y mente o las dimensiones abiertas y puras del ser.

Los tres cielos son las consortes de las tres esferas y constituyen el aspecto formal de la práctica.

El primer cielo es el espacio completamente despejado del cielo azul en el que dejamos reposar los ojos de la conceptualización. Éste es el principal soporte de la práctica. Hay que permanecer únicamente en la presencia natural del cielo, lo cual constituye la mezcla de la mente vacía (primera esfera), que es primordialmente pura desde el sin principio, con el cielo o el espacio vacío exterior (primera consorte).

Relajamos, de este modo, la mente conceptual en la pureza primordial de la mente a través de la unión del consorte del cielo externo con la consorte de la mente vacía.

Desde esta actitud completamente abierta surge el gozo o la mente sin apego (la vasta vacuidad interna) que constituye la claridad o la luminosidad vasta, espontánea, natural, inefable, que se halla siempre presente. De ese modo, la presencia vacía de la claridad o la luminosidad (segunda esfera) se halla siempre en unión con la mente de no-apego (segunda consorte).

Las formas vacías son todas las percepciones, sensaciones, emociones y pensamientos, puesto que ninguno de ellos se halla, en realidad, separado del espacio básico (ying, dhatu). Las formas vacías son el esplendor, el juego, el ornamento, la energía, la manifestación, la danza y la compasión derivada de la unión de vacuidad y claridad. Esas formas vacías (tercera esfera) jamás se separan de la cognición espontánea, la gnosis vacía, la clara conciencia o el rigpa (tercera consorte).

Las tres esferas constituyen la base, la unión de las tres consortes es el sendero, mientras que el fruto del abrazo o la unión entre el espacio fundamental y la cognición espontánea, entre conciencia y vacuidad (yeshe, jñana), es la sabiduría primordial que siempre se halla presente en todos los seres. El símbolo de esa unión espontánea es el abrazo entre Kuntuzangpo (Samantabhadra) y Kuntuzangmo (Samantabhadri), el Buda primordial masculino-femenino.

La mirada que reposa relajada en el cielo externo que sirve de soporte a la práctica es el espacio externo que podemos denominar samatha o concentración del cielo.

La conciencia que fluye sin apego en el cielo interno de la mente es el espacio interno o el vipashyana del cielo.

La unión de samatha y vipashyana, es decir, del espacio externo y el interno, constituye el espacio secreto. De ese modo, no basta con la unión del espacio vacío y de la mente vacía porque la vacuidad no es el objetivo último del sendero sino el punto de retorno o, si se prefiere, de partida para la plena manifestación de la compasión, donde tiene lugar la liberación natural de todos los pensamientos, las apariencias y las visiones tanto puras como impuras. Según la opinión tradicional, únicamente la transmisión directa o no-conceptual del rigpa (es decir, la gnosis, el conocimiento puro o la sabiduría) por parte del maestro permite llevar a cabo la unión del tercer espacio.

Sílaba A


LA UNIÓN DE LOS TRES ESPACIOS

En la presente sección seguiremos hablando de la contemplación fundamental, en el ámbito del dzogchen, conocida como Unión de los Tres Espacios, también llamada la unión de los tres cielos, los tres vacíos o las tres esferas.

Cabe advertir que el sentido que otorgamos al término “espacio” en el presente texto difiere del habitual, es decir, no vamos a referirnos solamente al espacio físico o material. En ese sentido, hay nociones tradicionales —en especial, orientales— relacionadas con el espacio que merece la pena revisar atentamente, sobre todo si uno está interesado —como es mi caso— en el estudio y la práctica de la meditación y la contemplación. Nuestra cultura ha permanecido demasiado tiempo aferrada a una visión superficial y reducida de la realidad. Otras culturas, sin embargo, han sabido distinguir matices allí donde nosotros no somos capaces de percibir nada. Como ejemplo apuntar tan sólo que la filosofía del yoga hindú, por ejemplo, cuenta con diferentes términos para referirse a distintas clases de espacio. De ese modo, encontramos el término mahakhasa, que se refiere al espacio externo; chittakhasa, por su parte, se refiere al espacio interno de la mente mientras que chidakhasa se aplica al espacio del conocimiento puro o, dicho en términos propios de dicha tradición, es el espacio propio del atman o el yo puro. Dicho de otro modo, mahakhasha es el espacio ordinario, cittakhasa es el espacio mental mientras que chidakhasha es el espacio del conocimiento.

Según el yoga, el universo es una combinación de prana y akhasa. El término sánscrito akhasa (espacio) está relacionado etimológicamente con el término kha, que también significa “cero”, “centro” y “vacío” y que forma parte de palabras tan importantes como dukha (que, si bien suele traducirse como sufrimiento, podemos traducirlo también como lo que está fuera de quicio o descentrado).

Por su parte, la filosofía budista posee términos tan misteriosos y a la vez tan sugerentes como dharmadhatu, el espacio básico de todos los fenómenos. Por su parte, el idioma tibetano recoge hasta tres términos que designan el espacio: espacio externo (mkha), espacio interno (klong) y espacio secreto (bying), también conocidos, respectivamente, como espacios del signo, del ejemplo y del significado. Es decir, tenemos el espacio físico, el espacio de la mente y el espacio del conocimiento que parecen corresponderse bastante ajustadamente con el espacio externo, interno y secreto de la tradición del dzogchen. Sin embargo, esto tan sólo significa que una y otra tradición han cobrado conciencia de la existencia de esos espacios o, dicho de otro modo, de la profundidad del espacio ordinario.

Algunas citas esclarecedoras procedentes de la tradición budista:


Los seres sintientes afirman percibir el espacio.
Ellos deben examinar el modo en que lo perciben.
El Tathagata aplica este mismo símil a la percepción de la realidad
ya que no puede ser explicada de otro modo.
Quien percibe el espacio de este modo, percibe todas las realidades.

* * *

Permitir que la mente carente de imágenes
asuma la cualidad del espacio
y meditar sobre el espacio
constituye la meditación sobre la vacuidad.

* * *

La mente es como el espacio puesto que comparte su naturaleza
y, al igual que el espacio, lo abarca todo.

* * *

No puede afirmarse
que quien mira al espacio esté mirando, en realidad, algo.
La naturaleza de la mente —como el espacio—
es pura desde el sin principio.
Cuando uno la contempla, cesa el mismo acto de ver.
(Saraha)


También se afirma —sostiene Saraha— que, al buscar la pura conciencia que trasciende a la meditación, mantener los ojos abiertos supera, con mucho, al resto de los métodos meditativos.

Existen diferentes maneras de definir los tres espacios. Una de ellas se expresa en función de la unión del espacio exterior, el espacio interior de la mente (o del espacio que hay entre los pensamientos) y el espacio secreto del llamado Estado Natural de la mente o rigpa. Otra formulación más específica habla de la integración del espacio externo, el espacio interno de los canales —en este caso, el término “canales” se refiere a los ojos— de donde proceden las visiones y el espacio secreto del corazón.

Según las instrucciones de Lopön Tenzin Namdak, la mirada debe mantenerse sin parpadear fija en el espacio intermedio que hay entre los objetos, al tiempo que se es consciente del espacio de los canales y del espacio del Estado Natural. Cuando se habla del espacio del canal, hay que tener en cuenta que este canal específico finaliza en la parte alta de la cabeza y que es ahí por donde han de surgir, con el tiempo, las visiones del Thögal. Por su parte, Tenzin Namgyal explica que el espacio del corazón, el espacio de los canales y las visiones equivalen a lo que se conoce en el tantra como tsa, lung y thigle. De ese modo, los canales (tsa) son estacionarios y no se mueven, sino que lo que se mueve es el prana, que viaja a lo largo de ellos, mientras que lo que aparece finalmente es el thigle con la forma de diferentes visiones. Tan sólo señalar que, en el contexto específico del dzogchen, el thigle es el punto adimensional de donde proceden todas las visiones puras e impuras de samsara y nirvana, con la particularidad de que, en el caso del dzogchen, aparece como si estuviera proyectado en el espacio exterior. Dicho en otros términos, el corazón es el lugar donde permanece la clara luz, se mueve por los canales y acaba manifestándose en los ojos.

Desde el punto de vista de las prácticas que implican visualización de deidades y demás, la contemplación de los tres espacios equivale a la práctica del yidam (la deidad budista tántrica) puesto que, como dijo Padmasambhava: «El espacio fundamental es el verdadero cuerpo del yidam».

En lo que concierne a los aspectos prácticos, el tipo de mirada que se pone en práctica en la llamada Unión de los Tres Espacios es, principalmente, la denominada “mirada del león”, esto es, mirando sin parpadear directamente al frente y muy ligeramente hacia arriba y sin focalizar ningún objeto ni centrarnos en lo que pueda haber al fondo, ya sea el cielo u otros objetos, sino con la mirada puesta precisamente en el espacio vacío intermedio que hay entre el cielo y nosotros. Aunque, en el dzogchen existen otras miradas, que también se emplean en la contemplación, la actitud mental de no focalización siempre es la misma.

Hay que considerar, en cualquier caso, que los Tres Espacios son idénticos y que las experiencias internas —pensamientos, emociones, sensaciones— y los diferentes objetos externos se mueven en un mismo espacio. No hay separación entre el interior y el exterior. Los ojos se relajan en el espacio, sin fijar la mirada ni cerca ni lejos, sin concentrarse en el horizonte, sin atender especialmente a los objetos cercanos. La mente se identifica con el espacio y el espacio se identifica con la mente. Como es afuera es adentro y viceversa. Es posible contemplar la naturaleza de la mente en el espacio y es posible contemplar el espacio en la naturaleza de la mente. No existe centro ni periferia, puesto que el espacio se halla por naturaleza “descentrado”.

La mirada propia de esta práctica es un símbolo de la meditación dzogchen porque, de igual modo que los ojos no se centran ni rechazan ningún objeto específico —es decir, incluyen a todo el campo visual— la meditación dzogchen carece de meta preestablecida y considera con ecuanimidad, sin apego ni rechazo, cualquier contenido mental o experiencia que pueda presentarse. Algunos maestros parecen sugerir que hay que poner la mente en el espacio del corazón y fundir éste, a su vez, con el corazón del espacio. El vacío del corazón es, por así decirlo, el espacio interno mientras que el corazón del vacío es el espacio externo. Otra interpretación afirma que el espacio secreto constituye la unión del espacio externo e interno.

Por su parte, Longchenpa, un gran maestro de dzogchen, explica: «En el momento propicio, cuando el cielo está despejado de nubes, contemplamos el espacio total con el sol a nuestra espalda, manteniendo la simple conciencia de la unión del vacío y la luminosidad. En este momento, aplicamos la mirada del ushnisha (ya explicada anteriormente) y la vacuidad-claridad que surge en ese instante es la sabiduría de la unión... La pureza del espacio externo es un ejemplo del más vasto y puro espacio interno de la pura conciencia, mientras que el espacio secreto es el corazón de la claridad.

Según el Dohakosa de Saraha: «La naturaleza de la mente debe ser aprehendida como el espacio. La naturaleza del espacio debe ser aprehendida como si fuera la mente». Entonces, aparecen los diez signos del humo, luciérnagas, luces y demás, que no son sino los signos de disolución de la conciencia y de los elementos tanto en el momento de la muerte como cuando, a través de diferentes técnicas yóguicas, el prana penetra en el canal central. Según el dzogchen, la entrada del prana en el canal central ilumina completamente el espacio.