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Lopön Tenzin Namdak —en palabras del xiv Dalai Lama, uno de los principales maestros de dzogchen vivos en la actualidad— nació, en el año 1926, en la zona de Khyungpo Karu, situada en el Tíbet oriental, en la región de Kham. A la temprana edad de diecisiete años ingresó en la vida monacal en el monasterio Tingchen, tomando los votos de monje al cumplir los quince años. Prosiguió sus estudios en los monasterios bön más conocidos: Yungdrung Ling y Menri. Sus maestros más importantes fueron Bonruponlob Rinpoche y el Venerable Löpon Sangye Tenzin Rinpoche. En 1953, a los 27 años de edad, fue elegido Löpon (Maestro Principal). Ese mismo año obtuvo el título de Geshe en el monasterio de Menri.

Yongdzin Rinpoche forma parte de un linaje ininterrumpido de treinta y tres generaciones, que se remonta a Nyamed Sherab Gyaltsen, fundador del primer monasterio Menri en el Tíbet. En ese lugar, impartió sus enseñanzas hasta el año 1957, cuando el conflicto entre chinos y tibetanos entró en su fase terminal. En 1960 logró escapar del Tíbet afrontando grandes dificultades. Durante su fuga los soldados chinos le dispararon, hiriéndole en una pierna y lo hicieron prisionero, pero logró finalmente escapar y llegar a Nepal.

En 1961, fue invitado por el profesor David Snellgrove a Inglaterra. Durante su estancia en Londres recibió una beca de la Fundación Rockefeller para trabajar en la Universidad de Cambridge, colaborando con el profesor Snellgrove en el libro The Nine Ways of Bön, el primer estudio de la tradición bön efectuado en Occidente. En 1964 Rinpoche regresó a la India para establecer en Dolanji, un lugar situado al norte de la India, el primer monasterio bön en el exilio. En 1969 volvió a Europa para trabajar en la Universidad de Münich, Alemania, en un diccionario tibetano-alemán-inglés. Entre los años 1970 y 1979 impartió enseñanzas a los monjes del centro monástico de Dolanji; al mismo tiempo supervisaba la publicación de importantes textos en Nueva Delhi. Y, en el año 1978 fue establecida la primera escuela dialéctica bönpo, con la cual se garantizaba la preservación de la tradición filosófica Bön, y donde el análisis y la lógica se han venido aplicando a las enseñanzas de Sutra, Tantra y Dzogchen. En 1987 Löpon Rinpoche estableció cerca de Katmandú, Nepal, otro monasterio bön y un Centro Internacional de Educación, Triten Norbutse. En 1992 publicó Heartdrops of Dharmakaya, un manual para las prácticas Dzogchen, donde presenta desde las prácticas preliminares hasta las contemplaciones más avanzadas del Thogal. En los últimos años, Löpon Rinpoche ha viajado en varias ocasiones a Europa, Estados Unidos y México, siempre visitando los diferentes centros bön e impartiendo sus enseñanzas.

Desde hace pocos años cuenta con un centro internacional, Shenten Dargye Ling, con sede en Normandía (Francia):

La primera vez que tuve oportunidad de ver a Lopön Tenzin Namdak Rinpoche fue en Francia, durante el año 2001, en una casa de campo situada cerca de una pequeña aldea abandonada, llamada Blanch), un paisaje muy arbolado que escondía entre sus profundos bosques una antigua iglesia cátara. Las enseñanzas de ese año giraban en torno a un importante y antiguo texto conocido como Gyalwa Chaktri (Las gloriosas instrucciones esenciales), un compendio del camino del dzogchen, según la tradición bön, del que es autor el lama Dru Gyalwa Yungdrung, un gran maestro del siglo XIII.).

Lopön es un anciano y sencillo monje que tan sólo posee las túnicas que viste y que dedica los muchos o pocos fondos que recauda en sus enseñanzas, en Occidente, a mantener a los cerca de cien monjes que viven en su monasterio de Katmandú. Confieso que aquel primer encuentro con Lopön Tenzin Namdak casi resultó traumático para un pobre estudiante de budismo acostumbrado, digámoslo así, al sendero gradual. Además, sobre las enseñanzas del dzogchen siempre ha pesado un riguroso secreto que hasta hace poco las ha tornado prácticamente inaccesibles. Esa situación cambió radicalmente en el seno de la escuela bön cuando, en el año 1929 Sangye Tenzin, maestro a su vez de Lopön Tenzin Rinpoche, recibió una indicación de parte las deidades protectoras del linaje del dzogchen para levantar el secreto y difundir las enseñanzas más o menos públicamente, puesto que estaban en peligro de desaparecer.

Las enseñanzas de aquel primer año fueron realmente extraordinarias. A pesar de las apreturas, todos disfrutábamos de la presencia de Lopön. Al final de cada sesión, después de haber dedicado los méritos, Lopön se quedaba cerca de media hora, con los ojos fundidos con el espacio, mientras todos le imitábamos, unos dentro de la pequeña habitación donde ofrecía las enseñanzas, y la mayoría diseminados por el campo y las ruinas medievales del entorno. 

Tras escucharle hablar sin cesar de dzogchen durante varias semanas seguidas, me sentía sobrepasado, desbordado por aquel torrente incontenible de sabiduría. Hasta entonces había recibido enseñanzas sobre el tema como máximo durante una semana, pero aquel anciano lama no dejaba de hablar sobre ello y, lo que es más importante, ésa era su práctica meditativa principal. Para él, el dzogchen no era teoría.

Por otro lado, a lo largo de los años que tuve la fortuna de escuchar sus enseñanzas, parecían irse despejando y apareciendo algunas dudas referentes a la práctica del dzogchen. De ese modo, el primer año surgió el tema del sujeto de los pensamientos. Si el sujeto es un pensamiento, entonces, se disuelve con cada pensamiento. La estructura sujeto-objeto emerge y desaparece al unísono. Si, cuando desaparece un pensamiento, queda la conciencia que se da cuenta de que ha desaparecido el pensamiento, entonces es que la disolución no se ha producido completamente. La liberación del pensamiento (el objeto) es espontánea y la liberación del sujeto también. Sólo hay que dejar que se disuelva bien el pensamiento sin quedarse allí para ver lo que ocurre.

Durante ese año también me percaté de que, hasta entonces, había estado meditando en una imagen muy sutil de la conciencia, pero no en la naturaleza de la conciencia misma que, es por naturaleza, invisible, inasible, imperceptible, no puede ser transformada en un objeto meditativo. Lopön no daba en ese momento iniciaciones formales, sino que su iniciación era la transmisión de las instrucciones quintaesenciales del dzogchen, sumada a la experiencia, no en vano es el representante del linaje experiencial de Zhang-zhung, donde cada maestro transmite su experiencia individual del estado de iluminación.

En otra ocasión, surgió el tema no ya de la disolución del sujeto del pensamiento, sino de la disolución de la atención, el conocimiento y la conciencia misma. El dzogchen, el estado natural, está más allá de la conciencia dual y, de hecho, de cualquier cosa que podamos concebir como conciencia. Por decirlo en pocas palabras, la conciencia no puede ser consciente del estado natural. Está atravesada y rodeada por él, pero no puede verlo, como el pez sumergido en el agua o como el aire que respiramos. El estado natural sólo es conocido por el estado natural. El único medio de arribar al estado natural es el estado natural. No hay camino ni método. El principio es el fin y la base el resultado.

Las enseñanzas de Lopön Rinpoche, con independencia del texto o tópico que tratasen, siempre giraban en torno al mismo asunto, el reconocimiento del estado natural, la contemplación del estado natural, la disolución de todos los conceptos en ese estado. Era, como digo, puro y duro dzogchen.

Muchas veces, durante esas enseñanzas, tuve la sensación de estar afrontando un koan irresoluble al intentar comprender el llamado “estado natural”. Debía desechar todas mis ideas preconcebidas sobre lo que es la mente y la meditación. El lenguaje del dzogchen es absolutamente negativo o apofático (no-forma, no-vacuidad, no-conciencia, no-práctica, no-asideros), pero esa idea desaparecía cuando se trataba de implementar la teoría. Entonces, el lenguaje negativo y apofático se traducía en horas, días, semanas, años de meditación intensiva.

Otro tema que apareció con fuerza en un determinado momento fue el de la devoción al maestro y la enseñanza. En medio de aquel mar de profundas incertidumbres y de medias certezas, había ocasiones en que el yo se veía abocado a un callejón sin salida. El intelecto trataba en vano de encontrar una respuesta, un contenido de conocimiento, algo que poder recordar o consignar en el cuaderno de notas del curso. ¿Qué es el estado natural, rigpa? ¿Cómo se medita en la no-meditación del dzogchen? ¿Cómo es posible que el dzogchen esté más allá de la conciencia? Y, bajo las frondosas y gigantescas carrascas de aquel bosque encantador que servía de marco incomparable a la enseñanza, mi mente sólo encontraba una respuesta: la devoción o, si se prefiere, la rendición del yo. En efecto, la devoción, la entrega es lo que permite saltar desde el estado de búsqueda con el intelecto a la búsqueda con el corazón. Pero no se trata de mera devoción ciega, sino del reconocimiento profundo de la imposibilidad de conocer...

        El yo es una superimposición efectuada sobre un flujo de imágenes mentales, conceptos y sensaciones más o menos sutiles, de manera que sólo hay que dejar que el pensamiento sutil que sostiene la identificación del yo se libere al igual que el resto de pensamientos. Existen estados meditativos de profunda calma mental sin pensamientos burdos donde, sin embargo, todavía persiste la conciencia o el pensamiento sutil de que no hay ningún pensamiento. Así, una vez identificado ese pensamiento sutil omnipresente, tenemos que dejar que se libere o se relaje por sí mismo en el estado natural. Lo único que hay que hacer es permitir que todos los pensamientos, incluido el pensamiento del yo, se relajen en el estado natural.

        De hecho, se trata de una enseñanza que apunta a lo esencial y que brinda verdadera independencia. Lopön no deseaba crear, según me pareció percibir en la relación con sus estudiantes, guru-dependientes. También señaló en distintas ocasiones lo difícil que resulta no mezclar la práctica del dzogchen con otros métodos meditaivos, de manera que las recomendaciones de otros maestros no acaben contaminando el enfoque directo del dzogchen con otras prácticas relativas.

Debo confesar que Lopön Tenzin Namdak no sólo no me defraudó desde el primer momento, sino que superó todas mis expectativas. Era lo que siempre había esperado de un maestro.

Lopön, ese venerable anciano de aspecto frágil y benevolente, que se apoya en un bastón, es en realidad un león del Dharma proclamando en las diez direcciones la enseñanza última. Las palabras que nos dedicó al despedirnos la última vez que lo vimos —hace ya algunos años— todavía resuenan en mi mente:

—¡Estudiad y practicad dzogchen! El dzogchen es la esencia de la religión.